El jueves día 11 de agosto a las 20:30, en el Centro Buñuel Calanda, se inaugura la exposición “Historias para no olvidar” de Carlos Urrutia, podremos visitarla hasta el 28 de agosto.

Los autores, los creadores, son aquellos que parecen construir una realidad, intensa y humana, más allá de la nuestra, más allá de las simples imágenes y las simples palabras. Pero crear no es idear desde la nada, sin generar vida, sin recrear permanentemente. De la recreación, cuando la acompaña la genialidad, surge la novedad, el talento, la influencia. Y buscando ejemplos de todo esto, encontramos pocas figuras que puedan parangonarse con la de Narciso “Chicho” Ibáñez Serrador.

Nacido en Uruguay de padres actores, el que parecía destinado a ser una figura más de la escena se afincó en España y llegó mucho más lejos: todos aquellos ámbitos en los que colaboró, se transforma- ron a su paso. Fue dramaturgo esporádico en los escenarios, pero siempre destacado (Aprobado en inocencia, El águila y la niebla…), aunque en realidad no dejó de escribir ni un solo día ni una sola noche: para televisión, para cine, para revistas…

Leyó más que nadie, realizó más que nadie, y siempre transmitía la sensación de que aún quedaba mucho más por hacer, de que tenía todavía mucho más que aportarnos. Trajo la fantasía más elevada (Poe, Bradbury, Twilight Zone) a la televisión con sus Historias para no dormir, impulsando de paso a toda una generación de jóvenes escritores de género en nuestro país (Buiza, Garci, Tébar, Plans) que encontraron en él el apoyo para darse a conocer. Indagó en el terror en la gran pantalla, y de manera ecléctica nos aportó algunas de las obras maestras del cine en español, como La residencia y ¿Quién puede matar a un niño? Y supo mostrarnos que la pequeña pantalla era el lugar ideal para la experimentación y la diversión, cogidas de la mano, y para la formación del mismo espectador.

Programas pioneros como Waku Waku o Hablemos de sexo se concibieron para divertir e informar a pequeños y adultos; El semáforo exploró con humor las posibilidades del show en vivo de nuevos talentos.

Y Un, Dos, Tres fue la opera omnia en la que todo podía caber y cabía (concurso, comedia, musical, interacción), una cita ineludible para toda España, que veía en aquel mítico programa depositados el suspense, la diversión y la esperanza. Son solo algunos de los casos más señeros de toda una existencia entregada al espectador, a la invención al servicio de la sociedad y de su mejora, al vuelo de la imaginación creativa y de la autoría en su mejor expresión.