La piel del deseo, homenaje a Buñuel     Comisariada por Arantza Salaberria

Luis Buñuel es un pintor de la lente, sus películas tienen mucho de arte contemporáneo. Veo que maneja un concepto formal al realizar su obra. A Luis Buñuel uno lo lleva dentro como un mexicano más.

   En mi trabajo, en mi actitud ante el grabado, en la afinidad con lo experimental, en el hecho de encontrar lo gráfico a través de objetos de uso cotidiano, como puede ser una simple mazorca, una hoja de maíz o el linolium, siento una interacción con la obra de Buñuel de manera natural.

   La combinación de técnicas tradicionales con algunas de las tecnologías recientes como la fotocopia transferida, integrando imágenes reales con elementos abstractos, todo impreso sobre lino o loneta consigue la conjunción con el lenguaje plástico. No fue difícil lograr la integración de las diversas técnicas, conceptos y materiales con el imaginario de Luis Buñuel. Todo se ha dado de manera natural utilizando sólo lo necesario. Las tiras que comencé a trabajar en Zacatecas se integran en la iconografía de Luis Buñuel. Al trabajar el linolium de una manera tan espontánea, con el proceso de impresión se crea un dinamismo que tiene que ver con la vida y al mismo tiempo con el cine.

Ignacio Vera Ponce

En el primer viaje de Ignacio Vera Ponce a Calanda, los paisajes de su Zacatecas natal, los encontró trasterrados en los paisajes en los que duerme la infancia de Buñuel, como también le sucedió a Buñuel al descubrir que en México, a veces, la tierra tenía la textura de sus recuerdos infantiles.

   En los maizales que rodean Calanda, en sus hojas y mazorcas, ecos de otros cultivos, nace la conjunción del símbolo, como también en el jinjolero (azufaito) ese árbol provisto de espinas en el que Ignacio encuentra, como frente a un espejo, el recuerdo de otro árbol, el huizache. Las mazorcas imprimen su propia “Vía láctea” mientras de una espina comienza un movimiento caligráfico, esa rotación de signos que inventan una escritura, y lo abstracto se abre para poder contener retazos de piel, en un homenaje a Buñuel y a los sueños, en la evocación de una flor espinada.

   Algunas de las imágenes del cine de Buñuel brotan desde los tejidos grabados. Las telas adquieren entonces la pátina de la memoria, como tiras de celuloide en las que duerme una historia: formas y ritmos, pero también la de una piel con la memoria de otras “impresiones”, formas cifradas del deseo.

Javier Espada