Obras del pintor Norberto Fuentesda

En tiempos de crisis hay quien —como sucede con el pintor Norberto Fuentes— es capaz de hacer de la necesidad virtud, creando una obra inspirada en la filmografía de Luis Buñuel, a partir de objetos encontrados en la basura, y a su vez, pintados dando forma a composiciones buñuelianas, impurezas surrealistas, desechos industriales transformados en insectos, antenas parabólicas transmutadas el lienzos por donde asoman Simón del desierto o su peculiar visión del diablo —una de las más logradas construcciones del diablo en toda la historia del cine, según mi parcial opinión— o la piedad que aparece en esta misma película, y que encuentra acomodo en un viejo cabecero de cama, que alguien arrojó por inservible, ignorante del futuro que le aguardaba.

Desde un viejo espejo, del que no queda más que la madera, nos mira la protagonista de diario de una camarera, con una cabeza procedente de un viejo pomo de puerta, el cuerpo un monedero desusado… mientras, un caracol va dejando su rastro de babas.

Por el cabecero de otra cama van caminando diversos objetos, entre los que reconocemos a una cafetera abollada y una vieja coctelera, está la tecla de un piano junto a otras basuras, ignorantes del discreto encanto de la burguesía.

Obras que invitan al juego de descubrir todo lo que se oculta bajo las modestas apariencias de lo que desechamos, pensando que ni sirve y sin sospechar las vidas que viven los objetos que se encuentran en la basura. Por fortuna, Norberto Fuentes los rescata con su fértil imaginación, devolviéndoles con el pincel la dignidad que nuestra sociedad consumista les había privado, y lo hace transportándolos ¡nada menos! que a la esfera del arte.

En definitiva, la obra reciclada de un pintor a descubrir.

Javier Espada

“Pero lo indudable es que en lo abiótico existen las pasiones” Luis Buñuel

El pintor Norberto Fuentes nos ofrece un conjunto de obras surgidas a partir algunas películas de Luis Buñuel. Este hecho aparentemente sencillo de describir encierra en realidad un largo y mantenido encuentro y una revolución en su trayectoria. El mundo y el lenguaje del genio de Calanda suponen un horizonte y un humus tan inagotable como necesario para nuestro pintor. En el encuentro aconteció un proceso de deslumbramiento, también de íntima afinidad y profundo paisanaje, también de exceso y fractura, algo parecido a cuando nuestra voz procede a afinarse con un susurro que nos envuelve, en el acercamiento es cuando surgen las más vibrantes disonancias. Por eso el encuentro fue primero un distanciamiento desde una mirada desnuda, atenta y simplemente gozosa, dejando los lápices a un lado, pero no el ojo pictórico.

Fue desde ese mirar atento cuando comenzó a fraguarse la revolución en el trabajo de Norberto Fuentes. Esta no ha traído una ruptura, sino al contrario un renacer y una reafirmación radical de su método de trabajo y su lenguaje, abordando eso sí nuevos retos. En estas obras encontramos pujante todo un ethos pictórico, que a la vez nos invita a revisitar y repensar el legado de Buñuel desde una mirada inconfundible porque no teme confundirse con lo que mira y recorre, porque entiende el original, no como algo intocable, sino como fuente y llama; como suelo y mar que surcar; por eso esa mirada atraviesa, se pierde y tal vez nos reencuentra; por eso no tiene otra alternativa que acabar siendo trazo y creación en sí misma. Esa mirada recorrió con gusto una y otra vez la lógica y la configuración de casi toda la filmografía buñueliana, tomó y retomó, reparó en unas, y también descartó otras, no por poco sugerentes, sino todo lo contrario.
Pero antes de dibujar, ya había comenzado a ser activo ese encuentro para Norberto Fuentes, más allá del estudio de las películas, en la mirada atenta del entorno, me refiero a ese encuentro y reencuentro del mundo fílmico del genial director en objetos encontrados, que son los mismos soportes; ahí comienza ya ese encuentro de Buñuel en la basura, en objetos desterrados que le fueron interpelando como lugares las obras. Cabeceros de cama, marcos, tablas, antenas parabólicas, cristal, cada tipo de papel. Cada uno de estos soportes y materiales encierran encuentro y meditación. Nada o todo es azar; como suele ocurrir con las cosas de la vida
En las obras presentadas reconocemos escenas, personajes y objetos de películas como Simón del Desierto, Diario de una camera, Belle de Jour, El discreto encanto de la burguesía y el Fantasma de la libertad. Las dos primeras, tal como me ha relatado el mismo Norberto, han constituido cierta oposición fecunda. La película sobre el eremita supuso el punto de arranque más definitivo, su seriedad y su humor y esa carestía de medios a la hora de realizarse que parecía ser una irónica continuación de la austeridad buscada por el ermitaño. “En Simón no hay apenas cosas”; y Luego, penetrante, me preguntaba, se preguntaba…”¿quién es Simón?” “¿qué es Simón?”. Estas preguntas tienen que ver directamente con el método pictórico de Norberto, de reconstruir una escena desde las cosas, desde esos objetos inanimados que pueblan nuestra estancia y condensan mudamente todas las pasiones, las frustraciones, la alegría y el temor. Ese método se realiza aquí de modo inquebrantable: la detección de escenas pictóricas magistrales en la misma obra de Buñuel, y la re- y deconstrucción de la escena desde cosas y objetos que aparecen en las películas. Las cosas; que parecen rebelarse ante el mismo método constructivo de Norberto en ese espléndido mural del camino final en El Discreto encanto…; pensemos si quedan ahí, casi como desprendimiento o estela de esos “burgueses” errabundos; o si más bien son insidiosas espectadoras, o manos maestras titiriteras que por una vez muestran sus hilos 
La Doncella del Diario y el retrato de Sevérine (Belle de Jour) recuerdan acaso esas apariciones espectrales que nos interpelan en algunos cuadros de Balthus. El pintor aquí no hace concesiones; esos retratos son destilados desde la mirada del cineasta. Advertimos una necesidad de profundización en esos personajes, tan inauditos, tan reales, presentes incluso a nuestra espalda, cuando ya entendemos que la película ha agotado su luz; como esa diabla juguetona y seductora. En cada obra de esta exposición acontece una disección que abre el baile de nuevas cuestiones que parecen pulular en ese momento misterioso, casi coreográfico en el que cada cosa es retratada desde sus texturas para dejar de ser ella y unirse a otras, en una rara organicidad entomológica (ahí están esos deliciosos insectos; que piden género desde sus especies imposibles). Toda esa coreografía nos sigue regalando ironía y provisionalidad, nos sigue preguntando… “¿y tú: qué ves, qué quieres ver, qué te inquieta, quién te mira?”.

 

Ricardo Pinilla